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Este blog es un punto de encuentro para todos aquellos que tomamos la decision de andar por el camino. De descubrir lo que existe mas alla de nuestra vida cotidiana. Es el despertar de la conciencia. Es el amarnos como seres unicos e irrepetibles.

domingo, 25 de octubre de 2009

Cara de una misma moneda

Mil grullas


Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos.
Porque ellos eran nuevos en el mundo. Tambíen, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien qué era lo que estaba pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada anochecer en torno a la noticia de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas partes.
Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.
¡Ah... y también se estaban descubriendo uno al otro!
Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos.
Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio...
Pero Naomi sabía que quería a ese muchachito delgado, que más de una vez se quedaba sin almorzar por darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa.
-No tengo hambre —le mentía Toshiro, cuando veía que la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía—. Te dejo mi vianda —y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.
Naomi... Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún...
El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llegó puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares.
Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que tendrían que dejar de verse durante un mes y medio inacabable.
A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.
Acabó junio, y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque...
Se fue julio, y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque...
Y aunque no lo supieran: ¡Por fin llegó agosto! —pensaron los dos al mismo tiempo.
Miyashima: pequeña isla situada en las proximidades de la ciudad de Hiroshima
Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto a sus padres, hacia la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones de su local.
Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas, -Para cuando termine la guerra... —decía el abuelo—. Todo acaba algún día... —comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía que la paz debía de ser algo muy hermoso, porque los ojos de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi.
¿Y Naomi?
El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un desierto helado y ella atravesándolo.
Tatami: estera que se coloca sobre pisos, en las casas japonesas tradicionales
Abandonó el tatami, se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventanade la habitación. ¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozó las mejillas. Ella le devolvió un suspiro.
Haiku: breve poema de diecisiete sílabas, típico de la poesía japonesa.
El dos y el tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus:
Lento se apagaEl veranoEnciendo Lámpara y sonrisas. Pronto Florecerán los crisantemos. Espera Corazón.
Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros de la curiosidad de sus hermanos.
El cuatro y el cinco de agosto se lo pasó ayudando a su madre y a las tías ¡Era tanta la ropa para remendar!
Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimo para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar un deseo para que se cumpliese.
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la cmisa de su papá, el pedido de que Toshiro no la olvidara nunca...
Y los dos deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes...
Ocho de la mañana del seis de agosto en el cielo de Hiroshima.
Naomi se ajusta el obi de su kimono y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora?
"Ahora", Toshiro Pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima.
En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez un cielo. El cielo de Hiroshima.
Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad.
En ella, una mamá amamanta a su hijo por última vez.
Dos viejos trenzan bambúes por última vez.
Verso de una popular canción infantil japonesa.
Una docena de chicos canturrea: "Donguri-Koro Koro- Donguri Ko..." por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez.
Naomi sale para hacer unos mandados.
Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río.
Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegran esa mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el pasado de Hiroshima.
Ya ninguno de los sobrevivientes podrán volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino querido.
Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico.
Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.
Recién en diciembre logró Toshiro averiguar donde estaba Naomi. ¡Y que aún estaba viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en una localidad próxima a Hiroshima, como tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ellos, en su misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.
El invierno se insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era frío exterior o su pensamiento lo que le hacía tiritar.
Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura.
Sobre su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas.
-Voy a morirme, Toshiro... —susurró. No bien su amigo se paró, en silencio, al lado de su cama—. Nunca llegaré a plegar las mil grullas que me hacen falta...
Semba-Tsuru (Mil grullas): Una creencia popular japonesa, asegura que haciendo mil de esas aves –según enseña a realizarlo el origami (nombre del sistema de plegado de papel)– se logra alcanzar la larga vida y felicidad.
Mil grullas... o "Semba-Tsuru", como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. Sóloeinte. Sólo después, las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de su chaqueta.
- -Te vas a curar, Naomi —le dijo entonces, pero su amiga no le oía ya: se había quedado dormida.
El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas.
Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporariamente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi
todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí.
Hojas de diario, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos.
En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre las sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las mantas.
Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho.
La tijera la llevaba oculta entre sus ropas.
Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía, el muchacho se encontraba pasando hilos a través de las siluetas de papel. Separó en grupos de diez las frágiles grullas del milagro y las aprestó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra.
Furoshiki: tela cuadrangular que se usa para formar una bolsa, atándola por sus cuatro puntas después de colocar el contenido




Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras dentro de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de sus primos.
No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.
-Prohibidas las visitas a esta hora —le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala en uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga.
Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su lecho, Por favor...
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma aparentemente impasililidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió que entrara: -Pero cinco minutos, ¿eh?
Naomi dormía.
Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso una silla sobre la mesa de luz y luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielorraso. Pero lo alcanzó. Y en un rato estaban las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres.
Fue al bajarse de su improvisada escalera cuando advirtió que Naomi lo estaba observando. Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.
Tosi-can: diminutivo de Toshiro
-Son hermosas, Tosí-can... Gracias...
-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas —y el muchacho abandonó la sala sin darse vuelta.
En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó colar, al entreabrir por unos instantes la ventana.
Los ojos de Naomi seguían sonriendo.
La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos. ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre?
Febrero de 1976.
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres.
Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo.
Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de las máquina de calcular.
Grullas surgidas de servilletas con impresos de los más sofisticados restaurantes...
Grullas y más grullas. Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe de creer en aquella superstición japonesa.
-Algún día completará las mil... —cuchicheaban entre risas— ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio?
Ninguno sospechaba, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.

lunes, 12 de octubre de 2009

Meditación ZEN- 1ª parte


Voy a transcribir algunas apreciaciones de este libro que me parecen interesantes para trabajarlas en forma personal.

Que es el ZEN?

El ZEN no es un sistema fundado en la lógica y el análisis. Es la antípoda de la lógica, mediante lo cual significo el modo dualista de pensar. En el ZEN puede haber un elemento intelectual, pues el ZEN es la mente toda, y en ella allamos una gran cantidad de cosas; pero la mente no es una cosa compuesta que ha de dividirse en tantas facultades, sin dejar nada detrás una vez concluida la disección.

El ZEN es una religión?
No es una religión en el sentido con que el témino se entiende popularmente; pues el ZEN no tiene un Dios para adorar, ni ceremonias rituales que observar, ni morada futura a la que esten destinados los difuntos y, en última instancia, el ZEN no tiene un alma cuyo bienestar alguien deba procurar y cuya inmortalidad es materia de intensa preocupación de algunas personas. El ZEn esta libre de todo estos impedimentos dogmáticos y "religiosos". Cuando digo que en el ZEN no hay Dios, no se refiere a que éste niegue la existencia de Dios; al ZEN no le preocupa ni la negación ni la afirmación. Cuando se niega algo, la negación misma implica algo que se niega. Lo mismo puede decirse de la afirmación. En lógica esto es inevitable. El ZEN quiere elevarse por encima de la lógica, el ZEn quiere descubrir una afirmación supèrior donde no hay antítesis. Por lo tanto, en el ZEN, ni se afirma ni se niega.

El ZEN tiende a disciplinar a la mente misma, a convertirla en la propia maestra, a través de una introspección de su propia naturaleza. ESte ingreso en la naturaleza real de la propia mente o alma es el objeto fundamental del Budismo ZEN. Por lo tanto , en el ZEN es mas que meditación y Dhyana en su sentido ordinario. La disciplina del ZEN consiste en abrir la visión mental a fin de mirar dentro de la razón misma de la existencia.

Para meditar un hombre tiene que fijar su pensamiento en algo; por ejemplo; en la unidad de Dios, o en su amor infinito, o en la impermanencia de las cosas. Pero esto es lo que precisamente lo que el ZEN desea evitar.Si el ZEN hace fuerte incapié sobre algo, es sobre el logro de la libertad; vale decir; la libertad de todos sus impedimientos naturales.
La meditacion es algo investido artificialmente, no pertenece a la actividad innata de la mente. Sobre que medita el ave del aire?, sobre que medita el pez en el agua? Aquél vuela, este nada. Eso no basta?

Entonces, cualquiera sea la meditación que el ZEN proponga, tendrá por fin tomar las cosas como son, considerar blanca a la nieve y negro al cuervo. Cuando hablamos de meditación nos referimos, en la mayoria de los casos, a su carácter abstracto; vale decir, la meditación se conoce como concentración mental en una posición elevadamente generalizada que, en la naturaleza de las cosas, no se halla siempre íntima y directamente conectada con los asuntos concretos de la vida. El ZEN percibe o siente, y no efectua abstracción ni meditación. El ZEN penetra y, finalmente, se pierde en la inmersión. Por otra parte, la meditación es francamente dualista y, por consiguiente, inevitablemente superficial.

martes, 6 de octubre de 2009

Mejorando la lateralidad

En el blog de un amigo que practica tai chi encontré algo interesante que me gustaría compartir con ustedes:

¿Con qué mano coges la cuchara para comer?, ¿con qué mano te peinas el cabello?, ¿con qué mano coges el cepillo de dientes para cepillártelos? De manera natural, en la infancia adquirimos la tendencia a usar más un lado u otro del cuerpo para llevar a cabo las diversas tareas cotidianas. Los que usan más el lado derecho del cuerpo, son “diestros” y “zurdos” los que manejan más el lado izquierdo.

La lateralidad se afianza en los primeros 6 ó 7 años de vida. La maduración del sistema nervioso y la experiencia y la práctica nos van dejando claro con qué lado del cuerpo se nos da mejor hacer las cosas. Es así cómo se va afianzando la “dominancia lateral” y, por tanto, nuestra tendencia a usar más un lado del cuerpo que el otro. Esta dominancia lateral afecta a toda actividad que llevamos a cabo, desde dar una patada a un balón a mirar con uno de los dos ojos para apuntar al disparar con la escopeta al tiro al plato.

¿Habéis probado alguna vez a coger la cuchara con la mano no-dominante para comer sopa?, ¿y a firmar con la otra mano? Haced la prueba y os daréis cuenta de lo difícil que resulta llevar a cabo estas sencillas tareas cuando la realizamos con la mano no-dominante. Es aquí a donde pretendía llegar. Estamos tan acostumbrados a manejar tan sólo un lado del cuerpo (el dominante) que el otro parece totalmente inútil. Pero, si tenemos dos manos, dos pies, dos ojos... entonces, ¿por qué conformarme con ser hábil con uno de ellos? Los que nos hemos roto alguna vez el brazo y nos hemos visto obligados a manejarnos durante una temporada con el otro, sabemos lo mal que se pasa al principio.

Por ello, mi propuesta en esta entrada es la siguiente: fomentar la habilidad motriz de ambas partes del cuerpo utilizando la práctica del tai chi.

Mirad, cuando realizamos las formas de tai chi (secuencias completas de movimientos) predominantemente la trayectoria seguida tiende a llevarnos en una de las dos direcciones: o hacia la derecha o hacia la izquierda. Tampoco el tai chi se escapa a esto de “la dominancia lateral”. Todos sabemos por experiencia con qué pie me sostengo mejor en el suelo, de manera más estable y durante más tiempo cuando me pongo a la pata coja o cuando lanzo una patada. Desde aquí os propongo también entrenar el otro lado del cuerpo, la parte no-dominante, para ser igual de hábiles manejando un lado u otro.

Para hacer esto posible os sugiero las siguientes pautas de actuación:

  • Realiza las formas hacia el lado acostumbrado, pero también prueba a realizarlos hacia el lado contrario. Descubrirás todo un mundo de posibilidades y “dificultades”.
  • Claro, estamos tan habituados a realizar las secuencias de movimiento hacia el mismo lado que, cuando tratamos de cambiar la orientación..., parecemos novatos, ¿no es verdad?, es cómo si tuviéramos que empezar nuestro proceso de aprendizaje desde el principio. Que la dificultad no te haga tirar la toalla. Todos los comienzos resultan más o menos difíciles, pero no dejes de intentarlo. Tómatelo con calma y sé paciente. Con la práctica te aseguro que mejorarás mucho.
  • Si ya entrenas la ejecución motriz de ambas partes del cuerpo, dedícale más tiempo (más series y más repeticiones) al movimiento ejecutado con el lado no-dominante. Por ejemplo, si entreno el lanzamiento de la patada frontal con el pie derecho y con el pie izquierdo, si se me da mejor lazarla con el pie derecho, entonces realizaré más repeticiones con el pie izquierdo. Sencillamente porque es con el que peor me manejo y
    • o que buscamos es mejorar la habilidad de ambos lados del cuerpo.

    ¿Cómo saber si estamos mejorando o no la habilidad motriz con el lado más torpe? Sencillamente, cuando empieces a sentir cómo fluye la energía también por tu lado no-dominante. Y es que, al principio, estamos tan habituados a utilizar nuestro lado dominante que cuando realizamos sencillos movimiento de tai chi con el otro lado no conseguimos sentir las mismas sensaciones.